domingo, 9 de junio de 2013

Celos.

Estúpida palabra de cinco letras. Maldita derivada del latín y del griego y todo lo que ella conlleva. 

Odio las lágrimas que se acumulan en mis ojos cada vez que leo su nombre, odio las ganas que tengo de salir corriendo y esconderme donde nadie pueda verme, odio tener que incumplir mi propia promesa y rendirme en la batalla, odio las punzadas que me atraviesan el pecho y me dejan tirada en el suelo, cada vez más frío, como la cama a media noche cuando desapareces.

Odio el miedo irracional que tengo 24 horas al día. Miedo que ella tenga los labios más rojos, o que en algún momento, te des cuenta de que es lo que siempre buscaste y te enamores de ella. Temo cada vez que sus letras están bordadas para ti, temo la forma en la que te busca y que sin darte cuenta, tú también la buscas. Y yo estoy allí, callando el corazón con la razón, poniéndole una mordaza y recordándome mil veces que no eres mío. Y, joder, cómo duele quererte, pero no quiero dejar de hacerlo.

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